domingo, 6 de septiembre de 2015

Noruega.

Sonreíste
y supongo que ahí empezó mi perdición.

Empecé perdiendo la cabeza,
acabé perdiendo el corazón.
Mientras tú disparabas a sangre fría
en esta batalla donde no podíamos
ganar los dos.
Que a decir verdad,
nunca supe si eras carne de cañón
o bala perdida.

Y sonreías,
siempre sonreías.
En ese momento acababa mi función,
y tú salías a escena.

Pequeña tormenta invernal,
siendo sincera,
nunca supe cómo aferrarme a tus caderas.
Después de tanto tiempo,
todavía queda tu recuerdo en mis costillas,
en el hueco que dejaste
cuando tú ya no decías
que yo era Noruega en tu vida.
Que ironía,
después de haberme dejado
todavía soy más fría.

Que ya no tengo corazón,
amor,
ahora tengo una bomba de relojería.

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